! Importancia crucial de las emociones!


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La importancia crucial de las emociones.
Primacía de las emociones
Nuestras emociones son formas de experiencia inmediata. Cuando experimentamos nuestras emociones estamos en contacto directo con nuestra realidad física.
Dado que nuestras emociones son formas de energía, son, por ello, físicas y se expresan en el cuerpo incluso antes de que seamos conscientes de ellas.
Podemos distinguir nueve emociones innatas (interés, alegría, sorpresa, angustia, miedo, rabia, vergüenza, náusea y repugnancia) que se manifiestan en expresiones faciales. Cada niño nace con estas expresiones "preprogramadas" en sus músculos faciales y los investigadores han demostrado que en cualquier parte del mundo, en cualquier cultura, se identifican estas emociones de la misma manera. Son las comunicaciones básicas que necesitamos para sobrevivir biológicamente.
Al crecer, las emociones forman el esquema mental básico para pensar, actuar y tomar decisiones. Las emociones son algo así como nuestros motivadores biológicos innatos. Son "la energía que nos mueve", como el combustible para los autos. Intensifican y amplían nuestras vidas. Sin emoción, nada importa realmente; con emoción, todo puede importar.
Cuando la emoción que acompaña a una experiencia traumática se bloquea, la mente no puede evaluar o integrar esa experiencia. Cuando la energía emocional bloquea la resolución del trauma, la mente disminuye su capacidad de funcionamiento. Con los años, la mente se empequeñece cada vez más, ya que el bloqueo de la energía emocional se intensifica cada vez que ocurre una experiencia similar. Siempre que tenemos una experiencia nueva, y que de alguna forma se parece al trauma original, sentimos con una intensidad que es desproporcionada con lo que está ocurriendo en realidad. Se trata de una regresión espontánea.
Nuestro niño interno herido está lleno de energía no resuelta que proviene de la tristeza de un trauma infantil. Una de los motivos de que sintamos tristeza es para completar los sucesos dolorosos del pasado, de modo que podamos disponer de nuestra energía para el presente. Cuando no se nos permite lamentarnos, esta energía se congela.
Emociones reprimidas
Como las emociones son energía, exigen que se las exprese. Los niños de familias disfuncionales a menudo no tienen aliados, nadie a quien puedan expresar sus emociones.
Entonces, las expresan de la única forma que saben: "exteriorizándolas" o "interiorizándolas". Cuanto antes se repriman, más destructivas resultarán estas emociones. Las emociones inexpresadas y no resueltas es a lo que se refiere el "dolor original". Este trabajo implica volver a experimentar esos traumas y expresar las emociones reprimidas, las cuales, una vez hecho esto, ya no tendrán que exteriorizarse o interiorizarse nunca más.
La angustia y el cerebro
Hoy estamos empezando a entender las defensas del YO basándonos en la investigación de la química y la fisiología cerebral. “Aflojar” o “desactivar” las defensas del YO, (principal actividad de una buena psicoterapia) nos permite conectarnos con nuestras más antiguas emociones. El trabajo del dolor original produce una gran curación al permitir sentir esas emociones no resueltas del pasado. Pero ¿por qué esto cura?
El neurólogo MacLean ha presentado un modelo de cerebro que nos ayuda a entender cómo nos afectan los traumas. Según él, el cerebro consta de tres partes -o tres cerebros dentro del cerebro- que forman parte de nuestra herencia evolutiva. El más primitivo es el cerebro reptiliano o visceral. Contiene nuestra estrategia más primitiva para la seguridad y la supervivencia: la repetición. Un lagarto, por ejemplo, tiene una vida bastante simple que consiste en recorrer cada día el mismo camino, esperando comer unas cuantas moscas y mosquitos sin que le coman a él. Si encuentra un camino atinado entre las hierbas y las rocas lo repetirá hasta su muerte.
Esta repetición tiene un valor de supervivencia. El cerebro visceral también mantiene las funciones físicas automáticas de nuestro cuerpo, como la respiración. Podríamos conjeturar que nuestros “lagartos” aparecen cuando convivimos por primera vez con alguien y nuestros hábitos de siempre chocan con los de la otra persona.
El siguiente es el cerebro paleomamífero, o sensorial. Técnicamente se le llama sistema límbico. Cuando los mamíferos de sangre caliente llegaron al escenario evolutivo, nació la energía emocional. El sistema límbico alberga los sentimientos de excitación, placer, rabia, miedo, tristeza, alegría, vergüenza, repugnancia y náusea.
El sistema más sofisticado de nuestro cerebro es el neocórtex o cerebro racional. Éste último evolucionó hace más o menos dos millones de años. Nos da la capacidad humana de razonar, usar el lenguaje, planificar con anterioridad, resolver problemas complejos, etc.
Según MacLean, estos tres cerebros son independientes, pero al mismo tiempo trabajan conjuntamente (interdependientes) para mantener el equilibrio del cerebro completo. El sistema de equilibrio del cerebro está regido por la necesidad de mantener los trastornos dolorosos al mínimo.
El cerebro no tiene problemas con los trastornos ocasionales de la vida. Utiliza la expresión de emociones para mantener el equilibrio. Cuando nuestra angustia alcanza cierto grado, gritamos de rabia, lloramos de tristeza o sudamos y temblamos de miedo. Los científicos han demostrado que las lágrimas en realidad suprimen las sustancias químicas del estrés que se forman durante un desorden emocional. El cerebro tenderá de forma natural hacia el equilibrio por medio de la expresión de la emoción, a no ser que se nos haya enseñado a inhibirla.
La huella de los primeros traumas
Cuanto antes se inhiban las emociones, más profundo es el daño. Cada vez hay más pruebas de que hay una secuencia en la maduración individual del cerebro que sigue básicamente la secuencia evolutiva. Científicos neurólogos han confirmado que el cerebro visceral predomina en las últimas fases del embarazo y en la primera etapa postnatal.
El sistema del cerebro límbico empieza a operar durante los primeros seis meses de vida. Este cerebro emocional permite la creación de los primeros vínculos importantes.
El neocórtex se está todavía desarrollando durante los primeros años, y el cerebro racional, además de tiempo, necesita un entorno y estímulos adecuados para desarrollarse de forma saludable.
Cuando reflexionamos sobre el hecho de que el cerebro visceral está relacionado con problemas de supervivencia y está regido por la repetición, cobra sentido la idea de la impronta permanente. Los recuerdos traumáticos son difíciles de erradicar porque son recuerdos de respuestas de supervivencia.
Como el cerebro visceral aprende y recuerda pero no olvida, imprime el trauma con una permanencia que dominará su futuro. Todo lo que un niño experimente durante las últimas fases del embarazo o en los primeros años de su vida —momentos de una marcada vulnerabilidad— quedará grabado en su mente en beneficio de su supervivencia.
La compulsión a la repetición
La investigación neurológica apoya lo que todos los psicoterapeutas, desde Freud hasta hoy, saben a ciencia cierta: las personas neuróticas tienen el impulso de repetir.
Hay también una explicación neurológica para las respuestas con reacciones desproporcionadas ya mencionadas.
Las marcas neuronales intensificadas por experiencias estresantes deforman la reacción del organismo ante un estímulo. Las experiencias dolorosas continuas imprimen nuevos circuitos en el cerebro, de modo que éste pasa a estar más preparado para reconocer como estímulo doloroso lo que otra persona no reconocería como tal.
Esto confirma la teoría de que una vez que el material interno queda establecido durante el embarazo (por cualquier situación estresante o traumática que atraviese la futura mamá) o en la primera infancia, actúa como un filtro extremadamente sensible moldeando los acontecimientos posteriores. Las contaminaciones del niño herido entran en esta categoría. Cuando un adulto con un niño herido se enfrenta a una situación que se parece a un suceso doloroso prototípico, se activa la respuesta original.
Lo podemos comparar con un megáfono con la tecla de encendido bloqueada. Se reacciona con intensa emoción ante algo que en realidad es trivial o bastante inocuo. Se responde a lo que no existe en el exterior porque está en el interior.
Extracto de Volver a casa. John Bradshaw

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