El Funcionamiento de la Consciencia





Considere su propia consciencia y ponga atención en su contenido. Probablemente encontrará una mezcla de pensamientos, ideas, sensaciones, fantasías. Las imágenes aparecen y desaparecen, las ideas surgen de manera efímera sólo para desaparecer de nuevo. Sube a la superficie un dolor o un sentimiento, después un deseo.
Cómo vamos a conseguir ese contrato? Le veré de nuevo a él, o a ella? Esto tiene buen sabor. Cómo podré ayudar a esa gente? Aparecen estas y muchas otras ideas e imágenes. Aparece un objeto, uno o más árboles, libros, sillas, personas. Nos damos cuenta que otra gente está pasando próxima a nosotros, a medida que se acercan los percibimos como cuerpos individuales, o como voces que flotan en el aire en torno nuestro.
Nos movemos en un espacio tridimensional y manipulamos de manera activa los objetos que percibimos: podemos dar vuelta las páginas de un libro, sentarnos en una silla, hablar a alguien, escuchar a una persona que da una conferencia. Normalmente, el contenido de nuestra consciencia es una representación de la realidad externa y puede ser una realidad lograda en la medida en que sobrevivimos. Existen logros en todos los niveles. En un nivel puede ser: Conseguiré ese empleo?. En otro nivel más inferior podría ser: Atravesaré la calle sin ser atropellado?
Así, si estamos seguros conformes a nuestra experiencia personal de que nuestro mundo tiene alguna validez, daremos otro pequeño paso. Asumimos de manera inmediata que nuestra propia consciencia personal es el mundo, que de alguna manera una realidad objetiva externa es percibida por nosotros en su totalidad. Al fin y al cabo, hemos sido capaces de cortar un árbol y convertirlo en una mesa, hemos bebido del mismo vino que las demás personas en una cena, hemos conseguido un empleo. La mayoría de las personas no ven ningún problema en todo esto; en lo que concierne a los eventos ordinarios, la realidad que experimentamos transcurre sin cambios.
Muchas personas creen que proyectamos imágenes físicas del mundo en una pantalla ubicada en alguna parte de nuestro cerebro. Pero esta idea ingenua de que en alguna forma nuestra mente refleja directamente el mundo no puede ser verdad. Si existiera en alguna parte una pantalla consciente, quién la vería?, un pequeño hombrecito (o mujercita) dentro de nosotros? Además, a veces experimentamos cosas que no están físicamente presentes. Alucinamos, soñamos despiertos, imaginamos, planificamos y deseamos. Y cada noche, al dormir soñamos que estamos viviendo acontecimientos producidos enteramente por nosotros mismos.
Consideremos también la enorme variedad de energías que contactamos en cada momento de nuestras vidas. El aire mejor dicho, nuestro entorno atmosférico – contiene energía electromagnética: la luz, visible, los rayos X, las ondas de radio, la radiación infrarroja. Por otro lado, el aire vibra mediante las cuerdas vocales, instrumentos musicales, vehículos que pasan, el ruido de nuestras pisadas. Todo ello conlleva energía que se transforma en información sonora. Existe una energía constante que proviene del campo gravitacional: varias presiones sobre nuestro cuerpo, movimiento de la materia gaseosa en el aire, y muchos otros fenómenos allí fuera. También generamos nuestros propios estímulos internos: pensamientos, sensaciones orgánicas, actividad muscular, dolores, emociones, sentimientos y muchos otros.
Y todo esto ocurre simultáneamente, no con la misma claridad con la que lo estamos describiendo, y continúa mientras estemos vivos. Imaginemos que podamos ser conscientes de cada uno de estos procesos en cada momento. Veremos que nuestra consciencia personal nunca puede, ni siquiera por un instante, reflejar la totalidad del mundo externo, y sólo debe contentarse con una fracción muy pequeña de la realidad. Ni siquiera poseemos el equipamiento sensorial para percibir muchas de las energías que nos afectan, como los rayos infrarrojos o los rayos ultravioleta.
Entonces surgen una serie de interrogantes, después que nos hemos dado cuenta de las limitaciones de nuestra consciencia. Por qué está limitada? De qué manera selecciona o excluye los estímulos que llegan a ella? Cómo podemos lograr una mente amplia si lo único que podemos hacer es seleccionar una pequeña parte de lo que está ahí afuera?
Una consciencia individual está en su mayor parte orientada hacia la acción. Evoluciona teniendo como objetivo principal asegurar la supervivencia biológica del individuo, privilegiando la atención al mundo externo como miras a sensibilizarse frente a factores amenazantes y al propio bienestar. Existe un instinto de supervivencia de Yo primero que regula esto. Nuestra herencia biológica determina el hecho que seleccionemos la información sensorial que tiene que recibir el cerebro de entre todas la gran cantidad de información que nos llega. Esta es una tarea delicada y se lleva a cabo mediante una vasta red de filtros y sensores que funcionan en fracciones de segundos. Este proceso de selección inmediata clasifica estímulos relacionados con la supervivencia, a partir de los cuales somos capaces de construir, casi de una manera milagrosa, una representación estable del mundo.
Existe tal cantidad de milagros en este sistema, que el científico queda deslumbrado: una serie de ondas muy cortas en el aire se combinan de alguna manera y producen imágenes en la mente; otras, más largas, se convierten en música; un grupo de moléculas se ajustan correctamente en los receptores del paladar y se convierten en el sabor apetitoso de una comida. Y es dentro de nosotros donde se hace todo, y se hace en cada momento del día.
Si podemos darnos cuenta al principio de que nuestra consciencia ordinaria es algo que tenemos que crear necesariamente para sobrevivir en el mundo, también podemos acreditar, al menos como hipótesis de trabajo, que puedan existir otras maneras de cómo se organice el mundo, si no en nosotros mismos, por lo menos en otros organismos.
Hablemos un poco de la selección sensorial. El proceso inicial del sistema de funcionamiento de la mente capta una parte pequeña y específica del mundo exterior y lo lleva al cerebro. Así, normalmente, consideramos que los sentidos son ventanas del mundo: que vemos con nuestros ojos y oímos con nuestros oídos. Pero aunque dicho punto de vista explica nuestra situación, no es enteramente el caso, ya que la función primaria de los sistemas sensoriales considerados como sistemas completos es el de descartar información que es irrelevante para el organismo, como los rayos X, la radiación infrarroja o las ondas ultrasónicas. Estos sistemas nos protegen de ser sobrepasados y confundidos por esta masa de información. Esto lo hacemos intencionalmente, pero nuestra intención va mucho más lejos.
Los sentidos realizan de manera rutinaria dos milagros. En primer lugar, cada órgano sensorial actúa para transformar una clase particular de energía física las ondas cortas de luz, las moléculas de acidez en diferentes clases de energía. Este es el proceso electroquímico de la excitación neurológica, llamado transducción. Un transductor es un transformador de potencia que se utiliza para ampliar la potencia de una señal o para pasar de una forma a otra de energía. Cada sentido posee receptores especializados que son responsables por la transducción de energía externa en lenguaje cerebral. El ojo transduce luz, el oído transduce ondas de sonido, la nariz transduce moléculas gaseosas. En segundo lugar, en algún punto del sistema cerebral y sensorial se produce otra transformación: los millares de millones de explosiones eléctricas y de secreciones químicas de la excitación neurológica se convierten en árboles y pasteles, peces plateados y risas: todo el mundo consciente de la experiencia humana.
Estos dos milagros ocurren en cada momento de nuestras vidas, y son tan continuos y rutinarios que normalmente no somos conscientes de ellos. Estamos en camino de comprender cómo funciona el primer milagro, pero todo el mundo científico permanece completamente desconcertado por el segundo.
Considere el camino más importante de la experiencia sensorial que es el ojo. Responde a la energía radiante electromagnética en el espectro visible, y nos transmite todo nuestro mundo visual: la riqueza de colores de otoño, la complejidad del cielo invernal, la enorme variedad de los rostros humanos y muchas cosas más. Así, pues, es difícil creer que todo el espectro visible no sea sino una pequeña parte de la amplia banda de energía. Todo el espectro de longitud de ondas abarca desde las que tienen menos de una milésima de millón de un metro hasta las que tienen más de 1.000 metros de longitud. Sin embargo, podemos ver únicamente aquella porción que se halla entre las 400 y 700 milésimas de millón de un metro. La totalidad de este espectro visual es, pues, menor unos 3.000 millones de veces de la totalidad de la energía que llega al ojo en la banda electromagnética. Y además de esta energía, muchas otras llegan también al ojo sin ser invitadas: ondas de presión, materia gaseosa, vibraciones mecánicas del aire, etc. El ojo ignora todo esto deliberadamente.
Probablemente, no seríamos capaces de experimentar el mundo tal como existe realmente. Nos separamos de una gran parte antes que nos llegue o se introduzca en nuestro sistema nervioso. Si no poseemos sistemas nerviosos receptivos a una forma dada de energía, si un objeto queda fuera de nuestro alcance, o es demasiado rápido, nunca penetra en nuestra experiencia. Es casi imposible para nosotros incluso imaginar una forma de energía o un objeto que quede fuera de nuestro alcance. A qué se parece la radiación infrarroja, o un rayo X? Cuál sería el sonido de una nota de un solo ciclo? De una manera aproximada, esto es quizás lo que quiere decir el Zen cuando habla del sonido de una sola mano.
Tenemos que considerar que cada especie animal posee una serie especial de analizadores de las características de los diferentes estímulos con que los bombardea su ambiente, eligiendo los objetos y los acontecimientos que son importantes para su supervivencia. Se ha analizado el cortex visual de ranas, gatos y monos, entre otros. Lo que más nos distingue como organismos diferentes de ellos es el hecho que las vías de sensación se han hecho más complejas y múltiples y que aumenta la flexibilidad debido a la complejidad del cerebro y a los sistemas nerviosos sensoriales. Esta posibilidad de volver a seleccionar es parecida a la de un computador, es decir, la capacidad de ajustar los programas en diferentes entornos.
Usted puede experimentar este nivel superior de selectividad. En una reunión en la que haya varias personas hablando al mismo tiempo, cierre los ojos y escuche hablar a una de ellas; después desconéctese de esa persona y escuche a otra. Tal vez se sorprenda de lo fácil que es seleccionar su atención de esa manera. De hecho, tenemos muy pocas razones para sorprendernos por esta capacidad, puesto que continuamente estamos seleccionando para satisfacer nuestras necesidades y expectativas, pero esta sorpresa se produce porque normalmente no somos conscientes de dicho proceso de autoselección.
El proceso de selección es programable, dentro de los límites sensoriales fijados. Con frecuencia se halla dirigido por la necesidad. Cuando transpiramos en verano preferimos alimentos más salados de lo habitual. No nos hacemos conscientemente el razonamiento de que necesitamos más sal y que tenemos que agregarla a nuestra dieta. Simplemente, preferimos los alimentos que en otra oportunidades consideraríamos demasiado salados. Y la gente también difiere en esto: muchos platos están demasiado salados para algunos mientras que otros les agregan sal. Tiene que ver con la presión arterial, estos últimos adolecen de presión baja.
Los procesos visuales
Una visión ingenua del cerebro y del sistema nervioso ha estimulado investigaciones útiles en psicología. Recuerde que los globos oculares invierten la luz de izquierda a derecha y desde arriba hacia abajo. La idea de que hacia arriba es importante presupone que vemos lo que existe.
Puesto que no vemos una realidad externa, la cuestión no tiene sentido realmente. Todo lo que se requiere para que veamos es una relación constante entre el objeto externo y el patrón de excitación en la retina. En los seres humanos este patrón puede ser radicalmente transformado sin que se produzcan demasiadas dificultades.
Si se invierte el campo visual de un pez de colores mediante una intervención de rotación quirúrgica, éste nunca se adaptará a dicha alteración en la recepción de sus impulsos sensoriales: tal vez incluso muera mientras nada en círculo buscando comida. Por el contrario, si el mundo de un ser humano es alterado de esta manera, con frecuencia se produce una rápida adaptación. Puesto que no hacemos experimentos quirúrgicos con las personas, los estudios se hacen sin distorsionar los glóbulos oculares. Tras un período de ajuste, un hombre puede pedalear en una bicicleta en medio de una ciudad llena de gente, llevando lentes especialmente diseñados para una visión invertida.
La consciencia funciona en un continuo proceso mediante el cual un organismo se adapta al entorno inmediato. La imagen de la retina nunca se vuelve hacia arriba. No necesitamos estos giros o correcciones en una imagen; todo lo que necesitamos para adaptarnos al mundo externo es una información constante. La imagen sobre la retina está de hecho invertida, y es oscurecida constantemente por el pestañeo, puntos ciegos y vasos sanguíneos, y, sin embargo, nos adaptamos a todo ello. Las varillas y conos, los fotorreceptores del ojo, están de hecho detrás de los vasos sanguíneos, y actúan a partir de la luz que llega.
A finales del siglo XIX, el psicólogo George Stratton razonaba que si la consciencia es un proceso de adaptación al entorno, entonces sería posible aprender a adaptarse a un ajuste completamente diferente de la información visual en la medida de que ésta fuera continua. Para verificar esta hipótesis, Stratton llevó en un ojo una lente especial en forma de prisma, de manera que veía todo con una inclinación de 180 grados. El mundo estaba patas arriba: lo de arriba, lo de abajo, lo de la derecha y de la izquierda quedaban invertidos.
Stratton tenía al principio una gran dificultad en hacer cosas simples, como llegar a un sitio o agarrar algo. Cuando caminaba, lo hacía de manera vacilante, y tropezando con todo. Pero luego comenzó a adaptarse. Tan sólo a tres días de llevar la lente invertida, escribió Andar a través de los estrechos espacios entre los muebles requiere de mucho menos arte que hasta ahora. Podía observar mis manos mientras escribía, sin titubeos ni incomodidades de ninguna clase. Hacia el quinto día se quitó la lente y escribió: El orden inverso de cada cosa a la que me había acostumbrado durante la última semana proporcionó al paisaje un desconcierto sorprendente que duró unas cuantas horas. Una vez que Stratton se había adaptado a una nueva relación entre la información y la percepción, le llevó un tiempo desaprenderla.
Stratton escribió en 1896, a partir de los resultados: Las diferentes percepciones sensoriales, cualquiera que sea el curso último de su extensión, se organizan en un sistema espacial armonioso. Se descubre que la armonía consiste en hacer que las experiencias externas satisfagan nuestras expectativas.
Más de sesenta años después, Ivo Kohler llevó a cabo experimentos posteriores sobre el reajuste óptico. Sus observadores usaron lentes distorsionantes durante varias semanas. Al principio, todos ellos tuvieron muchas dificultades para ver el mundo, pero en pocas semanas se habían adaptado. Uno de los experimentadores de Kohler fue capaz de esquiar llevando lentes de distorsión. Las personas pueden también aprender a adaptarse a distorsiones de color. En otra de las demostraciones de Kohler, sus experimentadores llevaron gafas con una lente roja y la otra verde. En pocas horas no percibían ninguna diferencia de color entre la lentes.
La experiencia consciente inmediata
Si uno no piensa en ello, nada parece más simple que experimentar el entorno. En este momento puedo ver hiedra y césped, oír música a distancia y ver fácilmente el cielo azul a lo lejos. Puedo entrar en una habitación y ver a mi amigo Dennis. Puedo hablarle, tal vez preguntarle sobre un proyecto en que está trabajando. Es una experiencia corriente que no merece excesivo análisis, o al menos eso parece.
Pero cuesta mucho trabajo hacer que las cosas sigan siendo simples. Esta experiencia simple y común es, de hecho, el resultado de muchas operaciones difíciles y complejas. Podemos ser conscientes de lo que percibimos, pero no somos normalmente conscientes del proceso mental que se halla detrás de la escena y que hace posible la percepción. Para ver a alguien, por ejemplo a mi amigo Dennis, primero tengo que seleccionar información del entorno. Tan sólo unos pocos de los millones de estímulos que alcanzan los receptores sensoriales proporcionan alguna información sobre Dennis y la habitación. Estas informaciones sensoriales en bruto son seleccionadas y organizadas previamente.
Esa extensión de rojo que vemos la percibimos como el sofá, lo gris es su camisa, la voz lo identifica como Dennis, no como Fred. Esta experiencia implica mucho más de lo que encuentra el ojo y los oídos. Una vez que ha reunido a Dennis, va más allá de esa información inmediata. A continuación asume que es la misma persona que era antes, con los mismos recuerdos, intereses y experiencias. El primer componente de las experiencias conscientes – la percepción – implica escoger información sobre el mundo, organizarla y hacer deducciones sobre el entorno en un ciclo continuo.
Para que nos sirvan, nuestras experiencias deben reflejar con exactitud el mundo a nuestro alrededor. Las personas que se acercan han de ser vistas, si queremos evitar chocar con ellas. Tenemos que ser capaces de identificar los alimentos antes de comerlos. Los sentidos actúan como recolectores de información y selectores de la percepción. Seleccionan información sobre el color, sobre el gusto y el sonido, que son relevantes para nuestra supervivencia. Lo que percibe un organismo depende del entorno. Las características de un entorno son descritas por los psicólogos ecológicos.
Dos de sus rasgos son:
1- Capacidad de dar.- Cada objeto del entorno presenta una rica fuente de información. Un poste proporciona información sobre sus verdaderos ángulos; un tomate la proporciona sobre su redondez, su color y su sabor; un árbol sobre su verdor, el color de su fruta y otros atributos.
2.- Invariabilidad.- El entorno externo contiene muchos diferentes objetos. Cada uno ofrece a la persona que lo percibe ciertos rasgos invariables. Cada objeto ordinario, por ejemplo un poste, presenta información inalterable o invariable – sobre sí cuando nos acercamos a él. Existen patrones que son comunes a todos los objetos: se hacen más pequeños a medida que aumenta la distancia de la persona que los percibe; las líneas convergen en el horizonte; cuando un objeto está más cerca, impide la visión de otro más lejano.
El primer nivel de nuestra consciencia implica un organismo que escoge la información ofrecida por el entorno y la utiliza. Pero la información sensorial es en general tan compleja que debe ser simplificada y organizada. El sistema mental operativo está tan especializado para organizar la información sensorial que intenta organizar las cosas en patrones, incluso cuando no existe ninguno. Miramos una nube y vemos formas en ella: una ballena, una daga.
El arte óptico, que se popularizó en los años 60, jugaba con esta predisposición a organizar. Este arte es al mismo tiempo fascinante y perturbador, porque continuamente estamos intentando organizar ciertas figuras que están diseñadas por el artista para que carezcan de organización. Igual ocurre con el test de Rorschach, donde manchas de tinta producidas al azar son interpretadas como formas, según nuestro trasfondo psicológico.
Las leyes de la organización mental son también las bases del enfoque de la psicología gestáltica. Gestalt es una palabra alemana que no tiene equivalente en otros idiomas, pero que significa aproximadamente crear una forma. Una gestalt es la organización inmediata de la forma de un objeto. Recibimos de manera instantánea estímulos como formas completas, no desconectadas. Vemos las líneas de un dibujo como un cuadrado, por ejemplo. No vemos las cuatro líneas individuales; nos damos cuenta que todas ellas forman ángulos rectos con las demás, consideramos que todas ella tendrían que ser de la misma longitud y decidimos que eso es un cuadrado. De inmediato se percibe el dibujo como una totalidad y no como la suma de sus partes.
Interpretación: ir más allá de la información dada
A pesar del hecho de que existe una gran riqueza de información que nos llega, los datos que recibimos en cualquier momento son con frecuencia incompletos. Tal vez captemos sólo un vislumbre del color de la camisa de nuestro amigo Dennis o escuchemos sólo una o dos palabras pronunciadas por él, pero igualmente le reconocemos. Si miramos nuestra máquina de escribir de frente o cualquier artefacto de uso común suponemos existentes todas aquellas partes de su estructura que no están a nuestra vista y la reconocemos como lo que es. Es muy fuerte la tendencia a completar las lagunas. Eso posibilita la lectura rápida. Algunas personas leen en diagonal, otras barren con su vista el centro de la página. En ambas técnicas completamos las partes faltantes. Generalmente esto se justifica como visión periférica. Es que para actuar con rapidez y seguridad en el mundo, damos por sentada gran parte de la información que falta.
Habitualmente somos inconscientes de las operaciones de nuestra mente. No sentimos ni los estímulos aislados ni las leyes de organización que les son aplicadas. En vez de eso hacemos lo que se llama en psicología inferencias inconscientes. Casi sacamos literalmente conclusiones según las sugerencias y claves que llegan a los sentidos. En el siglo XIX, el científico Hermann Helmholtz comparaba esto con el proceder del astrónomo que está obligado a completar las lagunas de su información.
Un astrónomo llega a conclusiones realmente conscientes del tipo que estamos analizando cuando computa las posiciones de las estrellas en el espacio, sus distancias y otros datos, a partir de las imágenes en perspectivas que ha obtenido de ellas en varios períodos de observación diferentes desde distintos puntos de la tierra. Sus conclusiones se basan en un conocimiento consciente de las leyes de la óptica. En los actos habituales de visión, falta ese conocimiento científico, y, sin embargo, igual existen conclusiones inconscientes en la percepción ordinaria, pudiendo hacerse una cierta distinción entre ellas y las conclusiones llamadas conscientes en el área científica.
El mundo asumido
Para actuar con rapidez, presuponemos un montón de cosas sobre el mundo que percibimos. Si les digo que Dennis está en una habitación, inmediatamente dan por sentado que esta tiene cuatro paredes, un suelo, un techo, y, probablemente, algunos muebles. Al entrar en la habitación, no la inspeccionamos inmediatamente para determinar si las paredes forman ángulos rectos o si la habitación está todavía donde la dejamos. Si inspeccionásemos constantemente todas las cosas de nuestro entorno, no habría tiempo de hacer nada más. Si gran parte de nuestra experiencia es asumida de antemano, se deduce que si cambian nuestras presuposiciones, también cambiará nuestra conducta.
Otros elementos determinantes de la experiencia son los valores y las necesidades. Cuando se les pide a niños pequeños que dibujen a sus padres, dibujan de mayor tamaño al padre (o madre) que aman más. Se ha estudiado la influencia de los prejuicios en la percepción de partidos de futbol. Los hinchas del equipo perdedor dirán que los contrarios se portaron en forma violenta y agresiva, cometiendo faltas que el árbitro pasó por alto. En cambio, los hinchas del equipo ganador dirán que el juego fue duro, pero correcto y que, en definitiva, ganó el mejor.
Así, pues, la mayoría de nuestras experiencias de lo que existe fuera de nosotros son en realidad transposiciones de diferentes grados de estimulación en el mundo externo. Y esta caracterización de la consciencia es con frecuencia sorprendente para muchas personas: no existen colores en la naturaleza, ni sonidos, ni sabores. Fuera de nosotros existe algo frío, tranquilo y sin color. Somos nosotros quienes creamos los sonidos a partir de las ondas de aire; somos nosotros quienes creamos colores a partir de vibraciones similares, aunque de frecuencia menor; y somos nosotros quienes transformamos moléculas que concuerdan en ajustarse a espacios en nuestra lengua como filete de ternera o salsa boloñesa. Todas estas cosas constituyen dimensiones de la experiencia humana, no dimensiones del mundo externo.
Para concluir: nosotros no experimentamos realmente el mundo externo; sólo captamos una porción muy refinada del mismo, una porción seleccionada para sobrevivir. Esta selección humana de la realidad nos mantiene a salvo de perturbaciones, nos proporciona suficiente información para manejar nuestro cuerpo, para mantenernos saludables y, lo que es más importante, para reproducirnos y sobrevivir.
Robert Ornstein
Traducido y extractado por Carmen Bustos de
Nature of Human Consciousness.- Robert Ornstein
Viking Press Inc.- USA.

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