DEJAR IR EL EGO

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Las mentiras que tu ego te dice:
1) Cuando tenga suficiente dinero y poder tendré seguridad total.
2) No compartiré con nadie. ¡Ellos pueden ganarse las cosas como yo lo hice!
3) No necesito a nadie. La independencia total es una virtud.
4) Quizás no sea perfecto, pero soy mucho mejor que ellos.
Estas mentiras son fáciles de creer. Nos protegen y nos mantienen cómodos. Cuando vivimos de acuerdo a los deseos de nuestro ego puede que sintamos alegría, pero nunca experimentaremos las
bendiciones y el júbilo que están destinados para nosotros en esta vida. “La mayor parte de lo que vemos es una ilusión mal pintada por nuestro ego”, explica Michael Berg. “Si somos capaces de
dejar ir nuestro ego, se puede ver lo que es bueno verdaderamente”.
El Zóhar relata la historia de un hombre a bordo de una pequeña embarcación. Un día vio a otro hombre abriendo un agujero en el piso de su cabina e inmediatamente lo confrontó: “¿Qué estás
haciendo? ¿Estás loco?”. Confundido, el hombre lo miró y respondió: “Esta es mi cabina. Puedo hacer lo que quiera en ella”. Profundamente molesto, el otro hombre gritó: “¡Tonto! ¡Un agujero en
tu cabina hará que todo el barco se hunda!”.
Nuestros egos nos mantienen envueltos en una especie de capullo, inconscientes del mundo fuera del nuestro. Crean separación al impedir que veamos el dolor o las necesidades de otros. Cuando
empezamos a entender que existe más en la vida que nuestras propias experiencias, que todos estamos influenciados por las acciones de aquéllos a nuestro alrededor, podemos comenzar a escapar
de la prisión del ego.
La unidad es no sentir ninguna división entre nosotros mismos y otros, es sentir el dolor de los demás como si fuera nuestro propio dolor.
La unidad es la clave para el crecimiento y para derribar las barreras invisibles que el ego construye. El Kabbalista Kalonymus Kalman HaLevi Epstein habló de esto en los años mil setecientos:
“Para que un grupo pueda revelar gran Luz es importante que ningún individuo se vea a sí mismos como alguien más importante que otro. Mientras menor es el ego, mayor será la Luz”.
El ego es responsable por las enfermedades, el caos, la guerra, el hambre y la muerte. De acuerdo con el autor Imam Faisal Abdul Rauf, sólo a través de la compasión podemos erradicar el ego y
promover la unidad. Durante su charla en el Salón TED (Conferencia para el desarrollo tecnológico y de posibilidades) del 2008, mencionó: “La fuente de los problemas del ser humano tiene que
ver con la egolatría, el yo”. Dijo que cuando los límites del ego se disuelven, nos volvemos uno con el universo, con cada ser humano y con el creador.
Esta idea no es nueva. Los kabbalistas han estado enseñando la misma lección durante siglos. Rav Brandwein explica que la palabra ekev significa talón. Un capítulo particular en la biblia es
llamado de tal forma para recordarnos que debemos minimizar el ego (como para pisarlo con nuestro pie) con el fin de nutrir el crecimiento espiritual. Él escribió: “Sólo alguien que tenga el
mérito de disminuciones del ego cada vez mayores tiene el mérito de escuchar las palabras del Creador”.
Aún así, la batalla del ego es continua. Como niños nos acercamos a las personas y a las experiencias con inocente curiosidad y apertura. Interactuamos con el mundo, tenemos innumerables experiencias que pueden causarnos rechazo, vergüenza o que se nos rompa el corazón. Sin conciencia, las experiencias negativas tienen el potencial de alimentar el ego y crear insensibilidad
emocional que puede manifestarse de diversas formas como prejuicios, aislamiento, temor o depresión, por nombrar algunas. Con el tiempo, estos eventos pueden dejar una marca, creando una
callosidad metafórica alrededor del corazón que nos convence de ser más precavidos y reservados cuando lidiamos con otros o de aislarnos completamente.
La historia bíblica de Ekev ilustra un momento crucial en el viaje físico de los israelitas. Moisés se levanta frente a ellos cuando estaban ya listos para cruzar el río y entrar en la Tierra
Prometida. Antes de continuar, Moisés enfatizó la importancia de soltar la negatividad mientras completaban su viaje: “Circunciden su corazón” les dice y no sean de “cuello rígido”. Al vagar
en el desierto por 40 años, los israelitas habían adquirido algo de equipaje emocional. La esclavitud y una serie de incidentes traumáticos dejaron al pueblo de Israel con corazones
endurecidos y llenos de testarudez.
Es natural que la opresión y la lucha dejen una huella en nuestras almas. Las experiencias dolorosas nos dejan sintiéndonos vulnerables, un momento oportuno para el ego, el deseo de recibir
para sí mismo, para adentrarse y echar raíces. Moisés comprendió esta falla en la naturaleza humana. Antes de que los israelitas pudiesen habitar la Tierra Prometida, debían estar listos en
términos espirituales. Por ende, Moisés los exhortó para que dejaran ir sus egos y para que se conectaran los unos con los otros y como resultado, se conectaran con la Luz. Él les dijo a los
israelitas: “No digan en sus corazones ‘el señor me ha traído a esta tierra debido a mi rectitud’” Una advertencia en contra del ego.
El deseo de recibir para otros derriba los muros que el ego levanta y nos une. A través de la compasión circuncidamos nuestros corazones y aprendemos lo que realmente significa compartir con
otros. Como nos recuerda el Imam Rauf: “Nuestro objetivo y nuestra misión es que seamos una fuente de compasión, activadores de compasión, actores de compasión, hablantes de compasión y
hacedores de compasión… La compasión en la tierra se da, está en nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es sacar a nuestros egos del camino”.
Es más, tenemos una opción, como establece Michael Berg de manera simple: “Tenemos el poder de elegir nuestra realidad. Cada momento, podemos conectar en diversos grados a la Luz y a la
Oscuridad dependiendo de nuestras acciones. En el grado en que nuestras acciones se conecten con Dios, experimentaremos Luz y plenitud. En el grado en que nuestras acciones se conecten con la Oscuridad y el ego, experimentaremos dolor”. Permitamos que nuestras acciones nos unan. Al final, es la unidad a través de la compasión la que elimina al ego.

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